Elucidación necesaria

Para muchas personas, escribir acerca de lo que ha pasado, es una inmensa pérdida de tiempo.  Para otros puede que no sea tal.  Mi caso es exactamente ese.  Mi memoria guarda, allí adentro, una bodega, no muy grande, llena de estanterias en las cuales se encuentran, a veces apiñados y empolvados, frascos con dulces conservas de momentos que fueron.  Allí hay sonrisas, aromas, sonidos, dias completos con sus noches y tambien hay, desde luego, algo de tristeza.  Algunas veces, camino por aquellas estanterias, destapando uno y otro.  Sintiendo.  A lo mejor sea este ejercicio la única manera a través de la cual ustedes puedan conocer parte de mi historia personal y la de mi familia.  No suelo evocar las cosas para llenar, ni mi corazón ni el de alguien más, de agua salada.  El pasado nunca termina y el futuro no acaba de llegar.  Ahora mismo vivo (y algún día me gustaría disfrutar) el presente que para bien o para mal he formado con la suma de mis desiciones me ha llevado a probar vinos amargos, pero me ha hecho quien soy.
 
Algunas veces escribo cosas que no son necesariamente ciertas.  En ese sentido soy un escritor de ficción que toma algunos datos conocidos y los presenta como hubieran podido ser.  A veces por desconocimiento y la mayor parte de ellas por el simple gusto de hacerlo.  Aunque para Aristóteles todas las obras copiaban a la realidad, de acuerdo al principio de la verosimilitud, yo no estoy totalmente de acuerdo, sino en un mayor marco de conceptualización copiaban algunas obras comunes a los hombres (entendiendo hombres como humanidad).  Hay algunas escritos que plasman fielmente la distancia entre la ficción y la realidad (como en el caso de la literatura fantástica).  Otras sin embargo, lo exageran.  Quizás yo sea más bien alguien que escribe historia alternativa.  Un poco romántica, debo confesarlo y de muy mala manera (lo que resulta evidente al leerme).  Para algunos probablemente demasiado caótica.  Quizá sea este el punto fundamental a tener en cuenta al leerme. 
 
Algunas personas, con más frecuencia antes que ahora con los avances de la comunicación, solían comprar postales y enviarlas a sus familiares y amigos.  Ahora lo más que se hace es comprarlas por el valor artístico de las fotografias, o por colección y regalarlas o guardarlas en un albúm familiar.  Después de todo el sentido es ese.  Compartir y recordar algo de algún viaje.  Yo defino a mis escritos como postales de los viajes a mi mismo.  Allí no hay correos electrónicos, ni mensajes de texto, ni teléfonos, ni celulares.  Y la única manera de conocerlos es a través de la lectura de mis narraciones.
 
Mientras que para mi el escribir bien podría considerarse una catarsis, para otros, leerme, podría no ser ni oportuno, ni agradable.  Si he conocido algo en este mundo es que cada quien interpreta y siente las cosas a su manera. 
 
Hoy, siguiendo la analogía anterior, les comparto tres postales... 
 
 

Comentarios