El tiro de gracia

Yo, creí que estaba muerto.  Y entonces llegaron sus mensajes de texto. Fuí consciente entonces de que en mi monitor cardiaco aún habían pulsaciones.  Y leí cada una de las duras palabras sin temor al castigo que ellas suponian.  Dejé que me rozaran todas las espinas y recorrí cada línea sin esquivar un disparo, como penitente en la procesión por su amor.

Imperfecto.  Cada palabra leída me consumió como una vela ardiendo hasta dejarme completamente a oscuras y no tengo más cerillas que encender para tratar de encontrar el camino de vuelta.  Esta vez no.


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